Un nueva investigación sitúa el primer cultivo de cacao en las selvas de Ecuador hace unos 5.300 años, mucho antes de lo que se creía. Era consumido como una bebida para las élites en rituales y ceremonias.
La vida sin chocolate sería algo más triste e insípida. Consumido a diario por millones de personas en todo el mundo por su sabor, sus efectos beneficiosos para la salud (tiene reconocidas propiedades antioxidantes y anti-inflamatorias) y sus cualidades vigorizantes, este dulce ha gustado siempre tanto que en el siglo XVII incluso se discutía si tomarlo era pecado. El botánico Linneo lo denominó con acierto «la comida de los dioses», pero sus orígenes nunca han estado del todo claros. Hasta ahora, se creía que la planta del cacao, de donde procede el chocolate, fue cultivada por primera vez hace unos 3.900 años en América Central, como parecían indicar los restos arqueológicos encontrados. Sin embargo, un equipo internacional de investigadores sugiere que, en realidad, la domesticación del cacao ocurrió un millar y medio de años antes y algo más abajo en el mapa, en lo que ahora es Ecuador.
En la actualidad, la diversidad más alta del árbol de cacao (Theobroma cacao) y otras especies relacionadas se encuentra en la América del Sur ecuatorial, donde este alimento es importante para los grupos indígenas que aún habitan la zona. Esto llevó a los científicos a buscar evidencias del origen de la planta en el yacimiento arqueológico de Santa Ana-La Florida, en Palanda, Ecuador, que se ubica en la cabecera del río Chinchipe. Se trata del sitio más antiguo conocido de la cultura Mayo-Chinchipe, ocupado desde al menos 5.450 años atrás. Sus miembros formaban una sociedad compleja que celebraba rituales y entierros de alto estatus, y elaboraba artículos de prestigio, incluyendo tallas de piedra y cerámica elaborada, así como artículos comerciales de la costa del Pacífico.
Según explican los investigadores en la revista «Nature Ecology & Evolution», la presencia de granos de almidón específicos del árbol de cacao dentro de los recipientes de cerámica; el hallazgo de residuos de teobromina, un alcaloide amargo que se encuentra en el árbol del cacao pero no en sus parientes silvestres; y los fragmentos de ADN antiguo con secuencias exclusivas del árbol del cacao, no dejaron lugar a dudas. «Las gentes de los tramos superiores de la cuenca del Amazonas, que se extienden hasta las estribaciones de los Andes en el sureste de Ecuador, ya estaban cosechando y consumiendo cacao 1.500 años antes de lo que se creía», asegura Michael Blake, coautor del estudio y profesor en el departamento de antropología de la Universidad de la Columbia Británica.
El cacao que cultivaban era un pariente cercano del tipo que más tarde se usaría en México. Lo consumían como una bebida, una costumbre que era muy popular y que probablemente se propagó más tarde hacia el norte a través del comercio de bienes, por lo que ahora es Colombia y finalmente Panamá y otras partes de América Central y el sur de México.
En fiestas y rituales
El cacao se convirtió en un cultivo de gran importancia cultural en la Mesoamérica precolombina, una región histórica y área cultural en América del Norte que se extiende desde el centro de México hasta Belice, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y el norte de Costa Rica. «Creemos que era empleado en ocasiones ceremoniales. La evidencia de cacao en recipientes de cerámica muy elaborados, enterrados en tumbas de antepasados importantes, sugiere que se usó como una bebida para las élites», explica Blake a ABC. «También pudo haber sido consumido por toda la comunidad, pero tendríamos que hacer mucha más investigación en otras comunidades antiguas para estar seguros», añade.
Probablemente, molían las semillas para acceder a la grasa nutritiva, los carbohidratos y los ingredientes activos como la teobromina y la cafeína. Según los autores, esto se revela en parte por la presencia de gránulos de almidón en muchos de los artefactos cerámicos. También puedieron haber usado la pulpa dulce en la vaina y las semillas como una bebida fermentada, pero no hay evidencia directa por el momento.
«Por primera vez, tres líneas independientes de evidencia arqueológica han documentado la presencia de cacao antiguo en las Américas: granos de almidón, biomarcadores químicos y secuencias de ADN antiguas», señala Sonia Zarrillo, autora principal del estudio y profesora de la también canadiense Universidad de Calgary. «Estos tres métodos se combinan para identificar definitivamente una planta que, por lo demás, es notoriamente difícil de rastrear en el registro arqueológico porque las semillas y otras partes se degradan rápidamente en ambientes tropicales húmedos y cálidos».
Dicen los historiadores que Cristóbal Colón ya vio una almendra de cacao durante su cuarto viaje al continente, pero no fue hasta la conquista del imperio azteca, emprendida por Hernán Cortés, que el chocolate se dio a conocer entre los europeos. Nos acompaña desde entonces con gran éxito, pese a que las producciones actuales están repletas de calorías.
«Hoy todos confiamos, en una u otra medida, en los alimentos que fueron creados por los pueblos indígenas de las Américas y uno de los favoritos en todo el mundo es el chocolate», reconoce Blake. A su juicio, el descubrimiento de los orígenes de los alimentos de los que dependemos hoy es importante porque nos ayuda a comprender las «complejas historias de quiénes somos».
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