La científica Linda Guamán relata el momento en el que, contra todo pronóstico personal, decidió aplicar a uno de los retos más grandes de su vida profesional: convertirse en una de las 100 líderes del futuro de biotecnología por el Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT, por sus siglas en inglés) y Harvard. Este lunes 17 de junio del 2019, Linda presentó su proyecto científico frente a un jurado internacional en el GapSummit 2019, el mayor encuentro de innovación biotecnológica a escala mundial, en el auditorio del Instituto Broad del MIT (Estados Unidos). Previo a su viaje, Linda, de 34 años, abre las puertas de su laboratorio a EL COMERCIO para contar su historia: los desafíos que enfrenta una mujer científica en el país y ese camino que la llevó a ser una líder internacional. Nació en abril de 1985 en Cuenca (Azuay) y se forjó, recuerda, en un hogar conservador. Su familia no tenía facilidades económicas pero eso no la limitó. La educación en una escuela y colegio públicos la prepararon en la especialidad de Química Bióloga para su ingreso a la Universidad del Azuay. Siempre supo que las ciencias naturales la inspiraban, pero a los 17 años era difícil definir la carrera que ejercería en su vida. “Experimenté mucho en el colegio con el deporte, la música, la biología. Escoger una carrera tan pequeños es un crimen”, dice, entre risas. Aunque quería ser bióloga, la joven se decidió por la Ingeniería en Alimentos, pero a medida que pasaban los años educativos, entendió que no quería dedicarse a esa carrera, aún así se tituló. Sin saberlo, ese desencuentro académico la llevó a hallar su vocación por la ciencia. Ampliar Desde la izquierda, los alumnos Erick Moreta, Claudia Oña, Eduardo Moncayo, Linda Guamán (centro), Pamela Mosquera, Benjarmín Arias y Carlos Barba en el Centro de Investigación Biomédica (Cenbio) de la UTE. Foto: David Landeta/ EL COMERCIO Ella recuerda que, durante el último de pregrado, hizo pasantías profesionales en una industria de alimentos. “Lo que trataban de hacer es estandarizar al máximo los procesos. Para mí era extremadamente aburrido”, relata. Cuando cumplió 20 años, María Elena Cazar, una de las primeras científicas PhD ecuatorianas, llegó a la Universidad del Azuay. “Le pregunté si podía aplicar la investigación en un pregrado de mi ingeniería. Ella fue mi directora de tesis. Ahí entendí que era mi camino, ella me inspiraba. Para mí, era una mujer luchadora y me veía bastante reflejada en lo que yo quería hacer”. Decidida, Linda aplicó a una beca para la maestría en Microbiología en la Universidad San Francisco de Quito. La joven llegó a Quito en 2009 para seguir su sueño y consiguió una beca completa. En el 2012, entre el ajetreo de la ciudad y la vida en un cuarto pequeño, culminó su maestría. Su siguiente meta fue un doctorado en Microbiología. Aunque no pensó hacerlo en Brasil, se esforzó para conseguir una beca en la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt) y la consiguió. A mediados del 2012 viajó hacia la Universidad de Sao Paulo. La agitación política de Brasil, que se vivió con el ‘impeachment’ de Dilma Rousseff, no solo incidió en el financiamiento, sino también en la ciencia. Linda buscó la forma de que eso no truncara su desarrollo y cruzó el continente para realizar pasantías en un laboratorio estadounidense. Regresó a Brasil para graduarse en el 2015. En el 2017, volvió a Ecuador y se instaló como investigadora y docente de una universidad pública en Ambato. Pero trabajar en una institución estatal, señala, es complicado. “Después de cinco años en laboratorios alrededor del mundo”, es frustrante “regresar y no poder comprar un reactivo porque no te aprueban la compra o porque cuesta cinco veces más aquí o no te permiten tomar muestras por procesos burocráticos absurdos”, comenta Linda. Pero no es la única falencia. Además de que “no hay un impulso de industria tecnológica por parte del Estado…, la discriminación de género existe”.
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