En un improvisado set, Juana Chicaiza, una exreina de belleza de la etnia puruhá, anuncia por Facebook Live un casting: pronto elegirá a las nuevas modelos que lucirán prendas de diseñadores indígenas que integran una próspera industria de la moda en Ecuador. En su pequeña peluquería en la andina ciudad de Riobamba (centro), Chicaiza imparte clases a modelos que visten renovados trajes puruhá, que frente al dominio de la moda mestiza estaban cayendo en desuso hasta que aparecieron agencias para modelos indígenas y marcas como Vispu y Churandy. “Giren con fuerza”, pide a sus alumnas la fundadora de la agencia de modelaje Awkis y Ñustas (príncipes y reinas en lengua quichua), mientras explica cómo lucir con elegancia el anaco, una falda tradicional hecha de casimir. Esta trigueña de ojos rasgados y una larga cabellera castaño oscuro, se sintió discriminada cuando al ser la única candidata indígena en un reinado de belleza el público se burló de su traje típico.
En lugar de desmotivarla, esta experiencia la impulsó a crear en 2013 Awkis y Ñustas para “fortalecer la identidad” puruhá en las pasarelas, donde se exhiben prendas con “una fusión entre lo occidental y lo ancestral”, comenta esta emprendedora, de 32 años. “En el mundo hispano ven que (la modelo) tenga 90-60-90 y que sea cuerpo y rostro esbelto. Nosotros no buscamos eso. Buscamos que tenga corazón de liderazgo”, dice Chicaiza a la AFP. Para la empresaria ahora las pasarelas y los reinados son “un terreno ganado por indígenas”, que en lugar de buscar un espacio dentro del mundo de la moda “mainstream” crearon uno para sí mismos. Los indígenas, según sus organizaciones, representan un 30% de los 16,5 millones de ecuatorianos y tienen presencia en la política, el arte y la academia en Ecuador. Para indígenas y mestizos Lucía Guillín, creadora de la marca Churandy, vendía ropa para bebé donde ahora está su atelier.
Franklin Janeta, propietario de Vispu, aprendió a bordar y diseñar para impulsar el negocio familiar. Ambos son puruhaes y abrieron sus tiendas hace cinco y 17 años, respectivamente. Sus trajes hechos a medida incluyen anacos, fajas y blusas de flores bordadas a mano y pueden costar entre 150 y 800 dólares. Los conjuntos más caros son para novias y reinas de belleza porque tienen pedrería, encajes y blusas tipo corsé. “Usábamos más aquí la ropa otavaleña (de otra etnia). Nuestra ropa puruhá desapareció y las jovencitas empezaron a vestirse como los mestizos”, señala Guillín, quien luce uno de sus coquetos diseños de hombros descubiertos. Para Janeta, que factura unos “12.000 dólares mensuales”, ahora se valoran las prendas hechas a mano por indígenas y se aceptan sus elevados precios.
“Enseñamos a la gente a distinguir las diferentes calidades. Antes nos era difícil vender una blusa a 60 dólares. Ahora ya no. Hasta 400 van pagando por un corsé”, apunta. A esta generación de emprendedores indígenas en la moda, se sumaron Esther Miranda, José Mullo y Jacqueline Tuquinga con la marca de perfumes Yuyary (recuerdo, en quichua), quienes ven que los mestizos también son consumidores potenciales de sus productos.
“Por lo que es una marca en quichua muchos han pensado que es para nuestro sector, pero nuestro producto es para indígenas, mestizos. Queremos ir más allá”, dice Miranda. Moderno y tradicional En Churandy y Vispu, los maniquíes usan blusas y anacos que se sujetan en la cintura con coloridos chumbis (fajas) tejidos a mano. Nada de pantalones. Los diseñadores renovaron estas prendas con cortes más atrevidos pero sin dejar de lado figuras típicas como el sol, las flores y símbolos puruhá. Antes se cosían blusas de manga larga con puño y cuellos redondos, cuenta Janeta. “No había el cuello princesa, ni el cuello escotado, manga corta. Opté por decir: ¿que tal si cambiamos (los diseños)? porque a las chicas les gusta algo más moderno”.
0 Comments