Siempre los viajes nos llevan a preguntarnos a qué sabe un país, y hoy nos preguntamos a qué sabe Ecuador. La respuesta no es sencilla porque el “País de los Cuatro Mundos” sabe a diversidad. Y uno de sus sabores es el agave.
Hoy te llevamos a un recorrido por uno de los productos ecuatorianos que saben a espiritualidad, esos que nos llevan a abrir el corazón de la Pachamama y nos invitan a beber la miel del centro del mundo.
Valor de los mishqueros
En el centro del mundo ocurren cosas mágicas, llenas de espiritualidad y cultura. Con nostalgia recordamos a los oficios tradicionales que con el tiempo bajan el telón y dejan una herencia que se rescata por ecuatorianos conectados con el país que los vio nacer, es el caso de los mishqueros, quienes usaban el penco como fuente principal para extraer una bebida de gran valor nutricional.
Con el paso del tiempo muy pocos habitantes continuaron con la tradición, y así, en el valle de la Mitad del Mundo, sector de Pomasqui, a las afueras de Quito, inició una gran idea resaltando la vida que se gesta en los campos áridos de la zona, con los pencos, muy similares a sábila, pero de tamaño mucho más grande.
Esta planta fue descrita por un jesuita en 1572 como algo extraordinario, “He identificado a un árbol sagrado para los nativos que lo veneran tanto como a un Dios, ya que les provee de alimento, techo y bebida (…). De su mismo corazón, enterrado en tierras altas, extraen su sangre blanca para beberla y con ello ingerir la vida”.
En la actualidad se observan muy pocos mishqueros, pero la herencia fue rescatada y es mostrada con mucho respeto, a través del proyecto Casa Agave, a la cabeza de Diego Mora y su familia, ecuatorianos que aprendieron del último mishquero la tradición.
Volviendo a la ritualidad
El primer encuentro con el agave fue en un trabajo del Centro de Investigación Cultural Yachanahuasi, comenta Diego Mora.
El objetivo era encontrar los aspectos culturales y la ancestralidad del valle de la Mitad del mundo, así, el camino unió a Diego con Don Virgilio Collaguazo, un guardián de la tradición que buscaba dejar un legado que perdure.
El trabajo empezó de la mano de un experto quien enseñó a Diego a manejar la planta y una frase marcó su camino “Hay que sentir a la planta, escucharla, pedirle el camino y saber por dónde es”, refiriéndose al sitio donde realizar el orificio para obtener la líquido.
Desde ese momento Diego comprendió que la planta merecía el mayor respeto y el mejor trato.
Así, a través de Casa Experiencia Agave se recupera y se levanta una tradición que tenía poco valor en los ecuatorianos. En la actualidad, el emprendimiento trabaja con algunas comunidades de la Mitad del mundo y de la provincia de Cotopaxi.
Un trabajo de responsabilidad social y comercio justo, que vincula a la parte laboral a mujeres indígenas mayores de 50 años de pueblos originarios, cabezas de hogar, que ahora son el orgullo de sus hijos.
A palabras de Diego, “Casa Experiencia Agave” es el encuentro con una cultura y con uno mismo.
El espíritu de Ecuador en una botella
Un arduo trabajo de quince años se va posicionado en el país y el mundo, porque llegar a este lugar es ingresar a una casa de experiencias, para volver a la ancestralidad, con pequeñas cosas que renuevan el alma.
Ecuador tiene un gran potencial para posicionarse como un destino de agave.
Existe la influencia de los rayos solares, que caen perpendicularmente sobre los pencos y el clima constante los 365 días, influyen y dan un equilibrio biológico, para tener una materia prima de características superiores al mismo producto en otro lugar del mundo.
El proceso de obtención del dulce de agave o localmente conocido como Chaguarmisqui se realiza cuando la planta está madura, haciendo un orificio en el corazón de la planta, para extraer manualmente la salvia concentrada en el corazón de la planta. Luego, tras un procesamiento, se obtendrán ocho productos que son comercializados con la marca orgullosamente ecuatoriana.
Un recorrido para revivir la cultura
A partir de este penco, que crece en suelos áridos, en soles intensos de la Mitad del Mundo, se ha desarrollado una experiencia para vivirla completamente iniciando al caminar por el jardín botánico donde cada viajero es parte de la remediación ambiental, ya que tiene la opción de adoptar un bebé agave, que será parte de la reforestación del bosque seco de esta zona de la capital.
El recorrido continúa por el museo, la bodega y la cata de los derivados de esta planta. Diego, licenciado en Administración Turística, cuida cada detalle del recorrido, para ofertar servicios y experiencias a otro nivel, como lo merece el agave ecuatoriano.
Entre montañas y suelos desérticos revive el conocimiento de una cultura olvidada, que ahora muestra al mundo su impresionante valor en productos ecuatorianos, que desprenden lágrimas, aportan a la economía de familias pobres y sobre todo posicionan al país como un referente de agave, un producto que late y sabe a Ecuador.
Vía: Ecuador Travel.
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